Hoy os cuento un relato, adivina quien viene a cenar esta noche es una cena maravillosa una Cena Adivina en casa de Silvia, en El Séptimo, en mi caso, con un grande, Juan Llorca.
Eran las 20:00, ya había pasado por dos talleres ese día, con los nervios del momento, también había ido a comprarme un biquini que me dio muchos dolores de cabeza y me recordó que parezco un manatí varado en la playa… y aun quedaba lo mejor o peor, según se mire.
Me llevé un vestido y una camisa ligera, por aquello de que el tiempo anda loco y que yo muchas veces no acierto en la vestimenta. Menos mal… merendé algo y me duché y subí a vestirme. Me probé el vestido y fatal, había cogido más volumen de embarazo y parecía un chorizo así que nada… vaqueros (de los que tienes que tirar todo el rato hacia arriba…) y la camisa suelta, esa si.
Bien, una vez me hube vestido, recordar que estoy enorme y no me veo los pies así que ponerme calcetín y bota baja de ante para “estar mona” cuesta bastante, me senté en el sofá a esperar. Odio esperar, siempre ando a la carrera porque lo de estar lista con antelación me mata, luego ando dando vueltas por casa como pollo sin cabeza esperando a que llegue la hora y en este caso quería morirme y subirme por las paredes literalmente. En una casa que no era mía, agotada, nerviosísima por asistir a una cena en casa de otra persona, con un montón de gente que no conocía de nada y con un personaje que había cambiado mi concepto de la alimentación y a la vez me había hecho sentirme super orgullosa de haber realizado BLW con BabyL en su día, vamos que estaba como un flan.
Si habéis leido el post con las 37 cosas que no sabíais sobre mi sabréis a estas alturas que los saraos no son lo mío, no me gustan mucho las fiestas en general, soy un poco ermitaña y reconozco que las distancias cortas me cuestan mucho, yo soy buena en campo abierto, en un escenario con mucho público o en un taller donde me tienen que escuchar, pero el bis a bis no es lo mío, soy callada, introvertida y tímida. Así que estaba literalmente acojo… por esta experiencia.
Pero me dije a mi misma “Mar, tienes que ir, tienes que hacerlo, es bueno para ti, para evolucionar y vencer miedos, es bueno para tu trabajo, así te conocerá más gente y es bueno en general porque aprenderás de otras personas, ¡deja en casa los miedos y la vergüenza y al toro!” y lo hice.
Llegue 5 minutos antes, suelo ser puntual o tardar de 3 a 5 minutos más en llegar a los sitios pero estaba tan nerviosa que a y 23 estaba en la puerta, así que hice tiempo. Mientras veía como subía gente, todos picaban en el mismo piso que yo y todos iban en parejas ¡horror y yo sola! iba poniéndome más y más nerviosa y a las 21:28 piqué. Me dije “vamos allá, respira y a ello”.
Me abrió Silvia presentándose y cogiendo mi mochila y me llevó adentro. Ya estaba Juan y había unas cuantas personas, ella misma se molestó en ir presentándome a cada uno de los asistentes, diciendo mi nombre y el de ellos, ¡más maja! eso es un detalle cuando vas solo porque no te sientes solo.
Juan me dio un abrazo de esos que duran más de un Mississippi, alguien a quien no conocía, que era el protagonista de la jornada, que te reciban así es un lujazo porque literalmente te hace sentir que estas como en tu casa.
El salón-cocina-comedor de Silvia es precioso, amplio, luminoso y super apañado, muy mono la verdad. Ahí nos dispusimos, antes de morir me senté en un taburete alto que además me servía para no sentirme tan expuesta frente a todos los demás ¡28 personas! una locura pero reconozco que estábamos todos y no parecía que hubiera allí tanta gente.
Fueron llegando y presentándose unos a otros. Yo coincidí con una chica llamada Silvia majísima, desde el primer instante hicimos buenas migas y me reí lo que quise y más con ella, también iba sola pero al congeniar tan bien teníamos que contar que no íbamos juntas porque lo parecía. Por supuesto también madre, como todos (o casi) los que estaban allí ese día.
La verdad es que todo el mundo era super amable y hablador así que la experiencia estaba siendo muy enriquecedora. Cada uno de su padre y de su madre, con profesiones super distintas entre nosotras, había de todo, mundo de la gastronomía, del futbol, blogs lifestyle, deco y orden por mi parte, marketing, fotografía… un montón de gente con vidas muy distintas y dos nexos en común: Silvia y Juan Llorca.
Nos sentamos, sacaron la comida que fue pasando de uno a otro mientras conversábamos con Juan y el nos iba contando cosas, le avasallamos a preguntas y nos reímos muchísimo con los asistentes, había una chica concretamente que no tenía muy claro a donde venía, mejor dicho no tenía muy claro a quien venía a ver y que estaba flipando, había una pareja con un niño con problemas (creo que cognitivos) que había mejorado muchísimo cambiando la alimentación, otros que querían comenzar a mejorar su alimentación, otras personas que controlaban muchísimo y que querían saber más o simplemente conocer a Juan en persona, estábamos tres embarazadas que, casualmente, ya habíamos aplicado Alimentación Complementaria antes de conocer a Juan y que nos interesaba mucho sus progresos de #sindientesyabocados y mucha expectación, la verdad.
Juan es un crack, es lo que ves cuando ves un video suyo, es divertido pero serio a la vez, es radical pero no lo es en absoluto, es cariñoso a rabiar y es un tipo genial. Muy de andar por casa que al final cuando te encuentras frente a una persona que tiene millones de seguidores y está ahí, en boca de todos, piensas ¿cómo será? y la verdad que he de decir lo mismo que digo siempre: las 3/4 partes de las personas con muchos seguidores que yo he tenido el placer de conocer en este último curso (2017-2018) son personas que tienen esa cantidad bestial de seguidores y esa repercusión por lo mismo: porque son lo que ves sin trampa ni cartón.
Siempre son personas humildes, sin pretensiones, sin ganas de ser vistas, personas que llegaron porque consideraban que lo que tenían que decir igual ayudaba a alguien, personas que empezaron porque tenían la necesidad de compartir algo, su día a día, lo que les pasaba o lo que veían a su alrededor como en el caso de Juan, personas humanas, humildes y con un carisma especial. Me río sola al recordar conversaciones con bloggers en las que me cuentan que les escriben porque “quieren un blog como el suyo con miles de seguidores y que las marcas les regalen productos” y les preguntan como hacen. La respuesta siempre es la misma y es la misma para eso y para todo lo que sea trabajo: con trabajo y paciencia y constancia. Y yo añado: y sin pretensión.
Tener un objetivo claro está muy bien pero si tu objetivo es ganar dinero o forrarte o ser el nombre de turno no vas a llegar a nada, tu objetivo tiene que ser realista, realizable y que dependa de ti y la fama nunca depende de ti a menos que no la estés buscando y eso se nota.
La noche fue pasando, cuando nos dimos cuenta eran más de las 12 y no habíamos tomado el postre y la conversación comenzaba a ponerse sumamente interesante. Al pobre Juan no lo dejábamos en paz, lo parábamos cada poco con preguntas y comentarios, le pedíamos consejos y le preguntábamos dudas concretas pero sobre todo le pedíamos que nos contase, él, sus proyectos, su evolución, sus perspectivas de futuro, todo.
A partir de una hora determinada y de forma totalmente natural dejamos de grabar, subir fotos y “apagamos” nuestros móviles, hubo un momento clave en el que Juan se abrió con nosotros como si fuéramos amigos de siempre, nos contó una parte de su vida muy personal y dura y antes preguntó si alguien estaba grabando, lo cierto es que todos miramos nuestras manos y sin excepción nos dimos cuenta de que llevábamos tanto rato inmersos en su relato que nos habíamos olvidado del mundo exterior. Dicen que “lo que pasa en El Séptimo se queda en El Séptimo” y es cierto, cuando te das cuenta estás tan centrado en lo que pasa allí que te has olvidado de la hora (se me pasó el metro de largo pero muy mucho…) de beber, de comer e incluso de respirar. No fui al baño ni una sola vez en toda la noche, no por nada, sino porque estaba tan concentrada en lo que pasaba allí que no quería ni levantarme para ir al baño.
A eso de las 3 de la mañana ya fuimos sintiéndonos cansados y bajando el ritmo y a las 3:15/20 nos despedimos de Juan y nos fuimos a casa poco a poco. Como soy así de mongui no tengo una foto con Silvia ni tampoco una con Juan, pero tengo una serie de fotos preciosas que hizo Rebeca Canalda y que podéis ver en este post. La verdad que Rebeca estaba en todos lados y nos cogió guapos a todos.
Un último beso, un último abrazo y un “nos vemos en Asturias”, una noche excepcional.
Para terminar y antes de mi despedida final os dejo un video, Pim Pam Pelis lo ha subido esta semana y me ha encantado ¡y no sólo porque aparezca guapa! aunque reconozco que me hizo muchísima ilusión aparecer en él, Juan nos cuenta un poquito y veis desde dentro una cena, no es lo mismo en serio, si tenéis la oportunidad ir, yo sin duda repito el próximo año ¿podrá ser en Asturias y en mi casa? ahí lo dejo.