Se le reveló la verdad con tanta claridad como el amanecer del día anterior, debía matar al vecino de al lado.
Sorbió un poco de sopa caliente mientras asentía con la cabeza, ya no iba a soportar ni un minuto más que le despertase a las 7 menos veinte de la mañana a gritos, lo educaría a base de espada.
Lo primero que educaría es su cabeza, cortándola de raíz.