Había hierba y musgo, foletos y toxos y piedra, mucha piedra.
Al fondo del valle se entreveían las pequeñas Cabañas y se dejaba escuchar el sonido de los cencerros en el aire.
Si te parabas parecía que podías oír a Heidi llamando a Niebla y a Pedro.
Niebla no estaba aunque había otros 5 de su raza por allí avisando pero Pedro si, en este caso Enrique.
Cuando caminas por el humedo monte se te pasan dos cosas por la cabeza:
1. Donde narices están los champiñones y 2. Esto es como ir a por bigaros pero no hay bigaros, eso sí las vistas merecen mucho la pena y al respirar recuperas 3 años de vida.
Un trozo de queso, Gamoneu claro, un curruncho de pan y agua del manantial “tan fría que te duelen los dientes por muy cuidaus que lus tengas”, una piedra en el camino y a SENTIR a tu alrededor.
Fin de semana? NO, miércoles. Privilegios de no tener una nómina mensual.