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Historias mínimas 28

Caminaba despacio, mirando a los lados, intentando no hacer ruido, llegó al umbral de las escaleras y subió, poco a poco, sin prisa, el premio esperaba al final de las escaleras, una gran cama calentita, mullida y firme a la vez, llena de cojines y mantas, ese lugar donde le encantaba reposar cuando estaba sola.

Cuando llegó se encontró la puerta cerrada, horror.
Bajo el primer tramo de escaleras, ahí había otra cama, algo menos mullida, algo menos firme, algo menos grande pero una cama al fin y al cabo.
Horror, la puerta también estaba cerrada.
Termino bajando a la planta central y tumbándose en su cama, algo más pequeña, menos mullida aunque firme, sin cojines ni mantas.
Mama estaba enfadada porque siempre acababa girando y metiéndose dentro de la cama tirando todos los cojines y almohadas por eso cerró las puertas y ahora, ya no había premio, no había cama.

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