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Historias mínimas 37: vivía al límite

Vivía al límite, jugándosela todo el rato, siempre alerta pero siempre intentando coger el codo en vez de la mano.

Esa mañana decidió jugarse el todo por el todo y lo hizo.

Era un martes, de junio, buen tiempo, muuuuy buen tiempo, los pájaros cantaban, las nubes se levantaban y el calorcito le jugó una mala pasada.

A la vuelta de la esquina, en la “calle del infierno” pasó, los obreros le vieron las bragas.

Es lo que tiene vivir en Gijón y salir con un vestido vaporoso más allá de las 12 del medio día, que se levanta el viento del norte.

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