Estaban desesperados, no podían seguir con aquello, cuando veían las zapatillas de deporte se tapaban y tenían que dejar de respirar, apestaba y ellos no tenían la culpa.
Siempre se les culpaba a ellos, siempre era: -“buá como te huelen los pies!” -decían. -¡”Qué va, son los calcetines!” -contestaban.
La culpa siempre era suya, pues esto se iba a terminar, en el siguiente momento rotativo, escaparían.
Y así fue como los calcetines Oso Rayoso y Gris Floreado decidieron perderse y dejar a sus parejas solas, que ellas soportasen esa inmundicia de vida o que acabasen colgados en el corcho, con los demás solitarios.