Saltar al contenido

La sombra del guerrero

En el 2006 presenté este cuento corto a la editorial Ábaco en un concurso que hicieron, obviamente no fue elegido ni siquiera fue candidato, ¡sino ya lo sabríais! pero a mi me gusta, os lo transcribo aquí.

El dibujo que utilicé para la portada lo saqué de este blog de Almería sobre Taijitsu me pareció perfecto usar un dibujo a tinta en técnica sumi-e y éste, era increíble.

……………………………………………………………….

Se despertó y estaba ensangrentado, sus piernas no le respondían y su brazo colgaba caído a un lado en un ángulo muy extraño; le dolía todo el cuerpo y le daba vueltas la cabeza. A su alrededor sólo muerte; el campo de batalla en el que se encontraba estaba vacío de vida, desolado y quejumbroso, sólo roto el silencio por el ruido de los cuervos entre los cuerpos de sus camaradas y sus enemigos. Ahora ya no parecían tan temibles ninguno de ellos.

Apartó el cuerpo que tenía encima del suyo y se paró un segundo para mirarlo, era su compañero Malek, había caído poco después que él y por suerte ese gesto le había salvado de una muerte segura.

Se sentó en el campo al lado de su colega muerto y se puso a pensar en qué haría ahora, a donde iría. Su señor había muerto y él no se sentía con la fuerza necesaria para hacerse seppuku, así que solamente le quedaba viajar por el mundo como un simple ronin buscando el camino del guerrero.

***

Año 1477, fin del período de los Estados Guerreros.

Era la hora, quedaban sólo unos pocos minutos para que todo comenzase. El jefe Hosokawa se encontraba en la cumbre de la colina esperando los movimientos de Oda Nobunaga que, sin duda, sería el primero en atacar. Todo el campo se encontraba en silencio, no por la ampremiante batalla sino porque todos los que estaban allí sabían que sería la última. El jefe Oda había sido claro: o deponían las armas y se sometían a su autoridad o no quedaría hombre vivo, pero el jefe Hosokawa no podía rendirse, después de que su familia llevara un siglo luchando contra la casa Yamana y ahora que había conseguido establecer su hegemonía matando a su líder no podía dejar que nadie viniera a quitarle lo que tanto había costado conseguir.

Después de dos días y medio de lucha en la que sería llamada la montaña de las almas perdidas, lo único que el ejército del general Hosokawa había conseguido era retrasar su columna 500 metros y perder a más de la mitad de sus tropas, mientras que el enemigo sólo había perdido una cuarta parte.

-“¡Arqueros, preparados!, ¡primera columna en posición!” Y se bajó la bandera desde la colina, los arqueros soltaron la primera andanada de flechas y derribaron a parte de la primera columna. Mientras recargaban sus arcos y ballestas la primera línea saltó al campo de batalla pero fueron barridos por la caballería de Oda, mucho más numerosa que la de Hosokawa. La siguiente columna fue barrida con la misma rapidez; no había salvación y todos lo sabían pero no podían dejar a su general, eso habría sido una deshonra peor que la muerte.

Después de tres horas de luchas, ya casi todas cuerpo a cuerpo, Hosokawa bajó de la colina presto para la batalla, le flanqueaban cuatro generales a caballo, con las espadas en ristre. El primer encontronazo se produjo pronto. Los defensores de Hosokawa fueron desperdigándose en pequeñas escaramuzas aquí y allá mientras que él buscaba su objetivo a la vez que despejaba a golpe de katana a cualquier incauto que se atreviera a luchar contra él. Sus movimientos en la batalla eran excepcionales. Desde luego, viéndole en el campo de batalla cobraba sentido que se le conociera como el mejor de su casa, sus estocadas eran limpias y rápidas, con honor, no se paraba a hacer sufrir a sus víctimas como hacía su enemigo ancestral Yamana.

Al fondo de la última columna, que ya comenzaba a ceder, vió su objetivo: el jefe Oda Nobunaga. Se encaminó hacia él pero una estocada baja que no vio venir le hizo caer de su montura; aun así sacó fuerzas y siguió adelante. Oda le vió y corrió a su encuentro, la lucha estaba a punto de terminar y uno de los dos debía morir en aquella colina. Bajó de su caballo y se encaró con su adversario.

Lanzando una rápida estocada a un lado, Hosokawa pareció descontrolar los movimientos de Oda, pero fue solamente un momento. Al instante, Oda tenía agotado a Hosokawa, lanzándolo contra su propia columna sin dejarle sitio para maniobrar. Hosokawa sacó su cuchillo ritual y haciendo una finta hacia la derecha intentó coger baja la guardia de Oda quien lo interceptó sin problemas, invirtiendo su avance hasta que se clavó entre las costillas de su dueño.

Hosokawa cayó al suelo con los ojos muy abiertos y un hilo de sangre recorriendo su mentón. Sólo llegó a decir: -“Respétame por lo que fue el ayer”.

Oda cayó al suelo y cogió el cuerpo de Hosokawa entre sus brazos. No dijo nada, pero su gesto de dolor hizo que la batalla terminase y todo el campo permaneciera en un silencio sólo roto por el último aliento de aquellos que debían su vida a Hosokawa y no podían servir a otro señor.

 

La columna de hombres se fue alejando del campo de batalla. Hacia el sur, los hombres de Oda Nobugana, con su señor al frente. Hacia el norte, los pocos hombres de Hosokawa que, o bien habían decidido no suicidarse, o creían que debían llevar a su señor al centro de sus tierras antes de hacerlo. Poco a poco todo se quedó en silencio.

***

Desde el camino, Usamaki contemplaba la marcha de las dos columnas, esperando para entrar, junto con 50 campesinos como él para recoger lo que se pudiera salvar y enterrar a los muertos debidamente. Cuando todos hubieron pasado entraron en el campo y se pusieron manos a la obra; era una tarea larga, pesada y dura, quizá mucho más que ser uno de los guerreros muertos con honor en ese campo, pensaba Usamaki. De pronto, algo se movió cerca, ¡era un hombre y vivía!

-“Tranquilo, no te muevas, ese brazo tiene muy mala pinta, ¡una camilla, rápido!”

-“¿Dónde me encuentro?”

-“Estás en la aldea de Swan, te recogí del campo de batalla hace dos semanas. No no, no trates de moverte, aun estás muy débil, tranquilo.”

-“¿Qué pasó allí? Recuerdo vagamente…”

-“Tu señor Hosokawa murió en el campo de batalla, el señor Oda lo enterró con honores pese a la pelea que libraron. Se dice que fueron entrenados con el mismo maestro y que se tenían mucho aprecio, que el señor Oda fue a la guerra porque así le fue pedido y que esperaba que el señor Hosokawa se rindiera para no tener que matarle. Dicen, también, que le lloró un mes.”

-“Muerto… me lo imaginaba, debí haberme matado yo también cuando tuve la oportunidad. Ahora sólo me queda vagar por el mundo. Cómo podré agradecerte que me sacaras del campo y me cuidases, mi nombre es Mikado Mihamoto, un simple ronin.”

-“¡Oh! No me des las gracias Mikado-san, me bastará con tu compañía y con que cuando te encuentres fuerte dediques parte de tu tiempo a enseñar a mi hijo Kagemusha el arte de la lucha.”

-“Eso será un gran honor para mi, es un precio muy pequeño por tu hospitalidad pues veo que no te sobra de nada.”

-“El deber de un campesino es trabajar para su señor y recibir bien a sus samuráis. Sólo hago lo que debo hacer, pero te estaré eternamente agradecido por entrenar a mi hijo pues su nombre se lo puso el propio señor Oda cuando volvía de buscar el Bushido (el camino del guerrero) y significa “la sombra del guerrero”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *