¡Buenos días! hoy soy yo, Mavi, la que os encontráis por aquí, si no tienes muy claro quien soy puedes leer un pequeño resumen en mi perfil o mirar el reportaje que Mar me hizo en “este mes nos vemos con“…
Este es mi primer post, espero que os guste mucho, os voy a relatar mis últimas vacaciones a Portugal con niños, concretamente con mi hija Salomé y una parte de nuestra familia.
Destino: playa de Vieira. Distrito de Leiría, Portugal.
Hacemos el viaje en grupo, dos parejas con niñas y dos adultos más (como niños pero pagan por adultos), por eso nos decidimos por un sitio familiar y no muy saturado turísticamente. Portugal nos parecía perfecto porque no nos era del todo desconocido, tenía buenos precios y estaba relativamente cerca. Conocíamos el sur y el norte así que optamos por una zona media tirando hacia arriba: la playa de Vieira, en el distrito de Leiría y muy cerca de esta ciudad.
Viajando con niños optamos por un hotel cuatro estrellas (de allí, que para mí es un tres de aquí) y en régimen de “todo incluido” y elegimos el Hotel Cristal por las recomendaciones leídas y por sus casitas pintadas de colores que lo convierte en en un barrio pintoresco y acogedor. No nos equivocamos.
El recorrido desde Asturias es largo (siete horas desde Navia) así que hicimos una parada para comer en Valença, en el restaurante La Estación que ya conocíamos. Buena comida a precio de risa. Si os gusta el bacalao es la opción perfecta pero cualquier cosa está muy rica.
La llegada a Leiría se hace larga con las peques aunque es todo autovía y se va muy bien. La pega, los peajes. Portugal tiene los impuestos muy altos y en peajes y gasolina gastas una pasta. Llegamos al hotel, cansados, pero las cara de las niñas cuando entran y ven las casitas donde nos vamos a alojar compensa todo lo demás. Y cuando ven al fondo el parque acuático las invade la locura absoluta. ¡Además hay parque!
Y todo en un mini barrio seguro y acogedor al que las crías pueden ir solas sin miedo a perderse.
El parque acuático es de acceso libre para los clientes del hotel en régimen de “todo incluido”. Hay además una piscina climatizada y un spa.
Pero… Los niños son niños y lo que mola es la playa y resulta que hay una playa enorme, kilométrica, con buenos accesos, chiringuitos, un viento horrible, una temperatura más bien baja para mi gusto y un mar abierto y peligroso que ya no es que esté frío es que es puro hielo.
Pero…. Lo dicho, los niños, niños son.
Cubo, pala, rastrillos y demás parafernalia y a la playa. Cruzando el hotel (se divide en el de cuatro estrellas que son las casitas y el de tres que es hotel tal cual) se accede directamente a la playa, solo hay que cruzar la calle. Otra ventaja más para las crías. Y ya en la playa es digno de contemplar el espectáculo diario que ofrecen los pescadores locales cuando van a faenar. Nosotros que somos de puerto pesquero nunca habíamos visto tal cosa. Las embarcaciones nos trasladan a la época de las invasiones vikingas. Son apropiadas para bandear el fortísimo aloeaje y parece que el mar las engulle en su intento por sortear la costa cercana. No se van muy lejos, lo justo para que las olas les den un respiro; echan las redes y vuelven. En tierra el trajín es tremendo.
Tractores con carromatos que preparan más redes y cajas para almacenar el pescado, algunos marineros cosiendo red y otros preparándose para recibir a la embarcación que regresa y prepararla de nuevo para la faena. Todos a una se preparan para recoger la red, poco a poco van echando cabos a dos carritos con ayuda de los tractores y cuando se va acercando la red con la pesca se van juntando. Los turistas se arremolinan para verlo y en ningún momento los ves parar o recriminar a alguien por estorbarles en la faena. Cada cual a lo suyo pero ellos están todos a una. Las pequeñas emboban viendo el ir y venir de tractores y marineros y de repente todos corren, cruzan las redes y otro tractor con una pluma tira de ella hacia afuera. Ahora sí que las caras son un poema. Sacan a la arena miles y miles de pececillos y ellas se apresuran a coger los que se van librando de la red para devolverlos al mar. Hay quien coge directamente cubos de lo que van dejando y otros compran producto en los puestos del paseo de la playa. Desde luego, fresco es. Aquí he de hacer un inciso porque tras toda esta operación viene otra en la que, también con los tractores, tiran cajas y cajas de bocarte al mar. No lo aprovechan, no sé por qué. Únicamente aprovechan las sardinas de buen tamaño, eso sí, y el pescado más grande,, como lubinas o sargos. ¡Una pena, con lo rico que está el bocarte!.
Con las niñas la comida no es ningún problema. En Portugal se come muy bien, sano y variado y siempre había en el menú algo de su agrado. Los mayores echamos un poco de menos algún plato principal más, dos carnes y dos pescados para elegir. De lo mejor, claro, las sardinas. No se alejan de las de nuestra tierra, ni en tamaño ni en sabor. Pudimos disfrutar de una sardinada a favor de los bomberos voluntarios de Leiría a las puertas del hotel. ¡Todo un lujo!. Claro que me faltaba la sidra pero… La tierra es la tierra ¿no?.
En la playa de Vieira, donde estábamos, no hay mucho más que ver, pero la zona está cerca de otros sitios que merece la pena visitar.
Por ejemplo: Óbidos, a una hora y media aproximadamente que las crías llevan bien. A ellas les encantó, sobre todo a la mayor, que se vio trasladada de repente al Medievo, a una película de Robin Hood o a la serie española Águila Roja de la que era fan en su primera etapa. Óbidos es pintoresco y precioso. Ciudad amurallada que guarda un cuidado casco antiguo con calles empedradas, casitas tradicionales y muchas tiendas, sobre todo de artesanía. Está declarada patrimonio nacional. Cuando estuvimos nosotros estaban preparando el anual festival medieval que se celebra en este mes de julio. Todo estaba precioso aunque, todo hay que decirlo, por alguna circunstancia que supongo excepcional, olía muy mal. Os recomiendo entrar con los pequeños en la primera de las capillas que os encontraréis al llegar y que está reconvertida en una librería. Es un sitio precioso.
Nazaré. Otro sitio para llevar a los peques que no les dejará indiferente. Aquí fuimos a pasar el día y la playa es mucho más tranquila y aprovechable para los niños porque está más protegida de los embates del Atlántico, te puedes bañar aunque el agua sigue estando igual de fría. El pueblo tiene pequeñas callejuelas muy pintorescas y es típico ver las mujeres ofreciendo habitaciones a pie de calle. Aunque ya menos, todavía se puede ver alguna mujer vestida con faldas negras por encima de la rodilla y digo faldas porque son más de una, como sallos. Es visita obligada y a los niños les encantará porque se puede acceder en funicular, el Santuario de Nossa Senhora de Nazaré, el el alto del acantilado y con unas vistas preciosas de la villa. Arriba hacía frío pero el sitio tiene muchos lugares donde tomarse un buen café caliente. Las vestimentas de los tenderos de los puestos callejeros también son dignas de observar.
Leiría. De aquí la verdad es que sólo paramos en la plaza mayor, pequeña y coqueta y en su castillo. El castillo (1135) es muy grande y a las niñas también les gustó mucho. La pequeña buscaba continuamente a la bruja mala y la mayor recorría las estancias principales cual princesa y se asombraba de lo dura que sería la vida en aquel lugar, siempre cuesto y en guerra.
Por último y estando tan cerca, fuimos a Fátima. Puede que el sitio, para ir con niños, sea el menos recomendable, aunque a mí me gustó ver a la mayor recordar la historia del santuario y de los pastorcitos que ya su abuela le había contado hace tiempo. Al encontrarse en el lugar reviven el cuento del milagro de Fátima.
Sería largo detallarlo todo pero hoy en día el acceso a la información es infinito así que si a alguien le interesa lo puede buscar. Diré, para terminar el viaje, que a la vuelta paramos a comer en Vilanova de Cerveira, donde como era sábado, se celebraba un inmenso mercado popular. La sección de animales llama a las niñas con tanta fuerza que toca perreta para ir al restaurante. Os diré que tenemos dos lindos canarios portugueses, Piolín y Kiko, amarillo uno y naranja el otro, que hacen las delicias de las dos casas maternas. Se come muy bien, muy abundante y muy económico, en Adega Real. Riquísimo el bacalao y el cordero.
Volvemos a casa. ¡Hasta la próxima!
Qué dicen por ahí
Leiria es una ciudad portuguesa, con cerca de 150.167 habitantes y capital del concelho y del distrito de Leiria, localizada en el litoral, en las márgenes del río Lis, junto al castillo donde fue fundada como villa en 1135. Presenta un clima templado marítimo, lluvioso, con temperaturas suaves.
En las últimas décadas, Leiria ha conocido un importante desarrollo industrial y cultural, con la creación de escuelas e institutos de enseñanza superior que atraen a un gran número de jóvenes.
Según su página de la oficina de turismo Leiría es “la Meca de compras de la región! Todas las tiendas que cuentan se ubican en preciosos edificios artísticos, algunos de los cuales llenos de glamour y de nobleza, en el corazón de la ciudad.”
En su facebook tenéis acceso a hoteles, restaruantes y tiendas así como a los próximos eventos como el mercado medieval que se realizará el 22 de Julio y que tiene muy buena pinta.
Ocupación de la población
- Sector terciario
- Industria
- Sector primario
- Sector terciario
- Industria
- Sector primario