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Viviendo Las Telayas

Son las 7 de la mañana, ayer me acosté a la 1 y estuve dando vueltas en la cama un montón de tiempo, ahora, mientras Tazi me hace de alfombra, Curro ronca a mis pies, Maridin me lanza un brazo a la cara al girar y babyLucía suspira en sueños en su cuna, yo ya tengo los ojos como platos y estoy volviéndome loca a ver que me pongo.

Es el día 07 de Septiembre, el día más importante del año junto con el 10 de septiembre.

Sí, es muy importante el día en que yo nací, el día en que nació BabyLucía, el día en que me casé y otras fiestas pero Las Telayas son LAS TELAYAS y el día en que me casé no me vibraba el cuerpo, no tenía los pelos de punta y hormigas en el estómago, tampoco el día en que nació babyLucia; esa sensación tan especial y a la vez tan agobiante solo la tengo esos dos días al año.

Cuando era pequeña vivía las fiestas de otra forma aunque recuerdo bien como corría delante de los cabezudos y también recuerdo la sensación de placer cuando me dejaban volver de la jira con los mayores, en la adolescencia, por aquello de que no tienes claro tu lugar en el mundo tuve luces y sombras, incluso me perdí algunas jiras, aunque muy pocas. Ya en la madurez no hacía ni los exámenes de septiembre si caian en fiestas, era religión, sagrado y eso que yo no soy creyente en nada.

Si tuviera que adorar algo adoraría los cabezudos de la víspera, esas caretas realizadas con cariño que todos los 07 de Septiembre inundan Puerto de Vega para dar el chupinazo de la víspera, el primer día (oficial) de las fiestas de Nuestra Señora de la Atalaya, el año pasado creo recordar que había como 40 cabezudos, imaginad nuestro pueblo, Puerto de Vega, lleno de cabezudos y gigantes, saltando, dando pequeños palos a las piernas de los más osados, corriendo tras los niños y bailando sin parar, desde el primer “pit stop” en Caborno, Margis, el camping, el campo de la atalaya, la llegada a la plaza de cupido y el final en el Restaurante El Jorge, frente a la rula.

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Pie de foto: Mi hermana Mavi con un amigo de cabezudo, y yo cargando con Salomé, la hija de mi hermana.

Todo el pueblo deja a un lado sus rencillas, sus pequeños problemitas vecinales y una sonrisa común, grande y de las que tienen muchos dientes inunda el pueblo, siguiendo a los cabezudos por todos lados, parando a tomar un trago de vino, de calimocho, de vermut o de “sol y sombra” y terminando con una monumental canción, comenzada por los propios cabezudos y seguida por todos en esa plaza maravillosa, pequeña y coqueta donde cada año retumba el groso de la fiesta sobre todo, ese día.

Solo de intentar describirlo me emociono y se me saltan las lágrimas, no es pena, es emoción, os cuelgo unos videos, no son muy buenos pero igual entendéis un poquito mejor que es lo que se siente.

Perdonar la imagen pero es que estaba lloviendo a mares y me tuve que meter bajo la cornisa así que sale un poco de aquella manera, pero bueno, creo que refleja la gente, el sentir y que nos da igual que llueva a cántaros vaya!

Mi pueblo… algunos pensarán que el pueblo es aquel lugar chachi donde ir de vacaciones, livianamente unos 15 días al año a ver a antiguos amigos y conocidos, a tomar unas copas y reirse un rato del pasado, para mí es mucho más.

Tras salir con un millón de novios acabé casandome con un chico “del pueblo” porque él era el único que me entendía. Entendía las extrañas (pocas) palabras que usaba de vez en cuando, entendía porqué tenía que estar al menos 3 meses allí, porqué las playas de otros sitios de Asturias no me gustaban, porqué las fiestas son una religión, me sabía explicar quien era esa señora que siempre me saludaba y que no tenía ni idea de quien era y entendía a mi familia. Pero sobre todo entendía porqué, cada 10 de septiembre, me cuelgo un cazo azul metálico y me calzo una gorra de marinero.

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Pie de foto: Maridín y yo en la jira del año 2013… creo.

La víspera, tras bailar, cantar y volvernos locos con los cabezudos comemos en grupo, posteriormente subimos al campo de la Atalaya y tras unas rosquillas, bailar con las gaitas y algo más de alcohol en sangre (son unas fiestas un poco alcohólicas, no lo vamos a negar, corre la sidra, el calimocho, la sangría y hasta la leche de pantera y los sol y sombras) la charanga que toque (la que más nos gusta es una de Luarca que se llama “El compango” y que por desgracia este año no nos acompañará) nos baja hasta el parque, donde se desarrolla la verbena con el grupo que pinte. Este año tenemos a Havana Eventos, es el tío de mis sobrinos y una institución en eso de la música disco en plato por estos lares, merece la pena tras la orquesta tener a Marino pinchando un rato largo.

El 8 y el 9 son los días solemnes, los días de grandes pitanzas familiares, de bailes de los casados y de vermuts en el campo de la atalaya mientras nuestras hijas, un día vestidas de asturianas y el otro de pescadoras, hacen las delicias de toda la familia. Por supuesto hay verbena pero ya nos la tomamos de otra forma porque la goma hay que volver a estirarla para el 10, el último día: La Jira.

Mirar esto:

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Veis que la gente llega hasta donde se pierde la vista? pues por detrás queda otro tanto.

Todos de blanco salimos del parque, tradicionales y yo además soy especialmente pureta en el vestir jirero, una pañoleta azul, una roja y una amarilla, camisa blanca, pantalón blanco, largos los dos, cintas de colores (la de Asturias y la de España no pueden faltar), un gorro -yo, como soy pureta, llevo gorra de marinero- y un cazo para la bebida, gafas de sol o poncho para la lluvia ¡eso no importa!

Entre la gente, 1 banda de gaitas y 3 charangas, o 2 y 2, depende del año, amenizando el camino. Un año llovió a mares pero la charanga fue, lo montaron todo en un todoterreno y fueron con el maletero abierto tocando todo el camino, cuando diluviaba de lado cerraban un minuto y luego volvían a abrir, ese año esos chicos se ganaron el respeto de todos nosotros porque fueron tan valientes como nosotros.

¿Suena a coña? son algo más de 3 km caminando con destino a la Playa de Frejulfe, en grupo, todos del mismo color, todos bebiendo y bailando, haciendo paraditas por el camino, a cargar el vaso, a pintarrajearse un poco con ceras, a hacer el camino más ameno, vaya.

Allí, tras un rato bajo una carpa gigante que nos salvó más de una vez de un calor horrible o una lluvia atroz, ya se monta la susodicha romería, comida campestre familiar en cenadores, minicarpas, bajo toldos o al raso y tras otro rato de charangas y gaitas en la playa, al atardecer salimos todos caminando, arrastrándonos o cada uno como pueda, cogidos del brazo, camino al parque Benigno Blanco.

Las charangas y gaitas nos guían a todos unidos desde la playa, pasando otra vez por Soirana y bajando apretaditos por la calle Jovellanos hasta las puertas del parque, a los lados miles de personas nos ven llegar, algunos miran a ver si ven a sus hijos/nietos “llegar bien” y otros solo son turistas que vienen porque saben que la bajada es tan espectacular que hiela el aliento y pone los pelos de punta y ese run run en el estómago vuelve a estar ahí…y si tu no estás ahi…mueres de pena.

Llegamos, arranca la orquesta, ojo con esto, más de un año el pueblo entero, de blanco “esbarrunziao” y con efecto azucarillo (blanco con mucho barro de todo el día por ahí) nos hemos sentado en pleno frente a la orquesta de turno que en vez de abrir con un “alcohol alcohol” o un “viva el rock and roll” nos abre con un pasodoble o una canción de pachanga; en este pueblo somos un poco cafres, cuando llegamos de la playa el primer pase de orquesta debe ser el que ellos tendrían programado para el último pase; no puede faltar un “dolores se llama la lola” un “no puedo dejar el rock” y perlas de toda la vida, rock calimochero de ese de las 5 de la mañana que a nosotros nos gusta oir a las 11 de la noche. (pensad que estamos en un pueblo que dias antes monta todo un día de tributo al rock…)

Cuando arranca y arranca bien, el pueblo entero estalla, todo el cansancio del día, la voz rota, los maices arrancados, todo salta con el escenario, el palpitar del pueblo es unánime y todos, uno a uno y unidos, somos VEGA.

El video es un poquito largo, lo cogí en youtube -yo al llegar ya no estoy para nada y encima no me llevo nunca el móvil- pero si vais pasando podréis ver que somos una pequeña banda.

[dt_quote type=”pullquote” font_size=”normal” background=”fancy”]Hasta los niños tienen su momento en la Jira, eso sí, sus cócteles son como los de papa y mama pero sin alcohol.

¿Os a gustado? Compartelo!, coméntalo! y siempre puedes venir a verlo tu mismo, eso sí, el 07 trae un bocata porque los restaurantes están llenos desde el año anterior y para la Jira ven con el uniforme que sino luego la foto queda fea ;)[/dt_quote]

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